Estando a finales de 1973 en Nápoles, acompañando a Alfredo Kraus, que cantaba por aquellas fechas en el Teatro San Carlo las óperas Don Pasquale y La traviata, me crucé en el pasillo del teatro con Mario del Monaco.
Me quedé estupefacto, pues no tenía la menor idea de que se encontraba allí, parece que cantando I Pagliacci. Mi sorpresa fue tal, que no fui capaz de reaccionar y correr como un loco detrás de él para pedirle un autógrafo. Tal era mi timidez. ¡Seré tonto...!
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